Meditar porque sí
30 de marzo de 2025 2025-04-13 9:47Meditar porque sí
Las motivaciones para iniciarnos en la meditación pueden ser muy diversas, pero adentrarnos en su práctica marcándonos unos objetivos concretos suele resultar contraproducente. Por el contrario, una actitud de desapego a los resultados puede ayudarnos, curiosamente, a alcanzar lo que buscamos.
Seguro que en algún lugar habremos leído o escuchado los innumerables beneficios del mindfulness: calma interior, bienestar emocional, salud, mejora de las relaciones, mejora del insomnio, etc. Y puede que entonces hayamos tomado la determinación de ponernos a meditar con el fin de alcanzar estos objetivos. Esta loable actitud, sin embargo, es contraproducente; es una estrategia errónea. Porque, paradójicamente, el hecho de perseguir una situación distinta a la que haya en nuestro momento presente nos aparta de la esencia de la práctica y suele ocasionar una frustración que, a la postre, se convierte en la causa fundamental de abandono de los meditadores noveles.
Mindfulness pretende situarnos, mediante la atención sostenida, en la experiencia del momento, sin matices ni filtros que la adornen. Con la práctica, el diálogo interno, que tanta perturbación nos causa, irá disminuyendo y nos iremos haciendo amigos de la mente, conociendo nuestros hábitos e impulsos más profundos. Con una menor rumiación llega algo de silencio y sabiduría, y estaremos en mejor disposición para responder adecuadamente a los avatares cotidianos en vez de reaccionar impulsivamente. Van llegando también, casi sin quererlo, todos aquellos beneficios que tanto anhelábamos.
Puede que los motivos por los que nos decididos a meditar sean muy encomiables: ser más felices, estar más concentrados, ser más eficientes en nuestro trabajo, mejorar las relaciones con los demás, disfrutar de una vida con sentido, tener menos estrés… Pero, curiosamente, todas estas expectativas pueden hacernos abandonar a las primeras de cambio, porque estamos queriendo imponer a la realidad elementos que pueden darse o no. Es como querer manipular el proceso meditativo para alcanzar, y cuanto antes mejor, todas esas cosas que tanto necesitamos.
La paradoja, como comentábamos, es que cuando dejamos de lado la búsqueda de un ideal de felicidad y nos atenemos a lo que surja en cada momento, es cuando iremos alcanzando, poco a poco, esos estados de paz interior y bienestar integral que tanto anhelamos.
Podemos tener en mente todos esos beneficios asociados al mindfulness que la ciencia ya ha avalado suficientemente, pero hemos de ponernos a meditar, sin embargo, sin expectativas de conseguirlos. Llegarán en su momento si dejamos de buscarlos. Se trataría de meditar por el propio placer de meditar, de saborear la calma mental o el silencio interior, de conocernos, de aceptarnos, de querernos, en definitiva. Se trata de meditar porque sí, por puro placer, por puro deleite.
Hay un concepto de la tradición china al que recurro en ocasiones: “wu wei”, que vendría a significar algo así como “no forzar”, “no hacer” o “fluir”. Se trataría de acoger el curso inevitable de los acontecimientos, dejar que surjan y se expresen en su totalidad recibiéndolos con una sonrisa serena. Curiosamente, esta actitud de benevolente aceptación hacia lo que es, hacia la vida misma, es la que puede permitir, sin esperar nada a cambio, todo eso que andamos buscando.
